UNIDAD 1. Interpretación de los orígenes del quehacer filosófico.

La filosofía no está solo reservada a pensadores extraordinarios y excéntricos tal y como se suele suponer. Todos filosofamos cuando no estamos inmersos en nuestras tareas cotidianas y tenemos la oportunidad de hacernos preguntas sobre la vida y sobre el universo. Los seres humanos somos curiosos por naturaleza y no podemos evitar plantearnos interrogantes acerca del mundo que nos rodea y del lugar que ocupamos en él. También disponemos de una capacidad intelectual muy potente que permite que, además de plantearnos preguntas, podamos razonar sobre las mismas. Aunque no nos demos cuenta, siempre que razonamos pensamos filosóficamente.
La filosofía consiste más en el proceso de intentar encontrar respuestas a preguntas fundamentales mediante el razonamiento, sin aceptar las opiniones convencionales o la autoridad tradicional antes de cuestionarlas, que en el hecho propiamente dicho de encontrar esas respuestas. Los primeros filósofos de la historia, en la Grecia y la China antiguas, fueron pensadores a los que no satisfacían las explicaciones establecidas procedentes de la religión y de la costumbre, y que buscaron respuestas con una base racional. Del mismo modo que nosotros podemos compartir nuestras opiniones con amigos y colegas, ellos comentaban sus ideas entre sí, e incluso fundaron "escuelas" en las que, además de enseñar las conclusiones a as que habían llegado, también presentaban el proceso de pensamiento que les había llevado hasta ellas. Animaban a sus alumnos a disentir y a criticar las ideas que les planteaban, para perfeccionarlas y pensar en otras distintas. La idea del filósofo solitario que llega a sus conclusiones en el aislamiento es muy habitual, pero también errónea, ya que en realidad esto sucede en muy raras ocasiones. Las ideas nuevas surgen del debate, del examen, del análisis y dela crítica de las ideas de los demás.
"El asombro es el principal afecto del filósofo, pues el principio de la filosofía no es otro sino este. Platón"
Cuando aparecieron los primeros filósofos, en la antigua Grecia, hace ya unos 2,500 años, el mundo que los rodeaba fue la inspiración de su asombro. Observaban la tierra y la gran diversidad de formas de vida que la habitaban; también fenómenos naturales, como el clima, los terremotos y los eclipses, y el sol, la luna, los planetas y las estrellas. Buscaban explicaciones a todo esto, no en forma de mitos o leyendas sobre dioses sino de algo que satisficiera su curiosidad e inteligencia. La primera pregunta que se plantearon "¿de qué está hecho el universo?" que muy pronto se amplió hasta convertirse en la pregunta más general de "¿cuál es la naturaleza de todo lo que existe?". 
Esta es la rama de la filosofía a la que hoy en día denominamos metafísica. Aunque la ciencia moderna ha permitido responder a gran pare de la pregunta original, hay cuestiones metafísicas relacionadas, como "¿porqué hay algo y no nada?", a las que no resulta tan fácil dar respuesta.
Dado que nosotros también formamos parte del universo, la metafísica abarca la naturaleza de la existencia humana y el significado de ser seres conscientes. "¿Cómo percibimos el mundo que nos rodea?" ¿Las cosas existen independientemente de que las percibamos? ¿Cómo se relacionan la mente y el cuerpo? ¿Existe un alma inmortal? La ontología es el área de la metafísica que se ocupa de la existencia; su ámbito es enorme y constituye la base de casi toda la filosofía occidental.
Una vez que los filósofos comenzaron a cuestionarse racionalmente el conocimiento recibido, otra pregunta fundamental se hizo evidente: "¿cómo conocemos?". El estudio de la naturaleza y de los límites del conocimiento conforman una segunda rama de la filosofía: la epistemología.
Aquí, la cuestión más importante es cómo adquirimos el conocimiento, cómo llegamos a saber lo que sabemos; ¿el conocimiento es parcialmente (o incluso totalmente) innato o aprendemos todo con la experiencia? ¿podemos llegar a conocer sólo mediante la razón? Esta preguntas son fundamentales para el pensamiento filosófico, pues necesitamos confiar en nuestro conocimiento para poder razonar correctamente. También tenemos que determinar el alcance y los límites del conocimiento para estar seguros de saber lo que creemos saber y de que nuestros sentidos no nos han "engañado".
El razonamiento depende de que podamos determinar la veracidad de premisas que permitan desarrollar una cadena de pensamientos que nos lleven hasta una conclusión. Aunque ahora pueda parecer una obviedad, la idea de construir una argumentación racional es lo que distinguió a la filosofía de las explicaciones supersticiosas y religiosas que imperaban antes de los primeros filósofos.
"La superstición hace que el mundo estalle en llamas; la filosofía las apaga. Voltaire"
Estos pensadores tuvieron que idear la manera de garantizar la validez de sus ideas. Y el resultado fue la lógica, una técnica de razonamiento que se ha ido perfeccionando a lo largo del tiempo. En un principio sólo fue una herramienta útil para analizar la coherencia de un argumento, pero la lógica desarrolló normas y convenciones y acabó convirtiéndose en otra rama de la filosofía.
Construir un argumento lógico requiere una utilización cuidadosa y precisa del lenguaje, además de analizar las afirmaciones y los argumentos para asegurarnos de que significan lo que creemos que significan. Y cuando estudiamos los argumentos de otros, debemos analizar no sólo los pasos lógicos que han seguido, para ver si las conclusiones se sustentan o no. A partir de este proceso surgió aún otro campo de la filosofía que prosperó en el siglo XX: la filosofía del lenguaje, que estudia los términos y su significado.
Como nuestro lenguaje es impreciso, los filósofos han intentado aclarar significados en su búsqueda de respuestas a las preguntas filosóficas. El tipo de preguntas que Sócrates planteaba a los ciudadanos atenienses trataba de llegar al fondo de lo que estos entendían por conceptos determinados. Formulaba preguntas aparentemente sencillas, como "¿qué es la justicia?" o "¿qué es la belleza?", con el objetivo de obtener significados, pero también para explorar los conceptos en sí mismos. Con este tipo de diálogos, Sócrates cuestionaba las creencias sobre cómo vivimos y sobre qué consideramos importante.
Examina qué significa vivir una "buena" vida, qué significan verdaderamente conceptos como la justicia o la felicidad y de qué modo podemos alcanzarlos, o cómo debiéramos comportarnos, es la base de la rama de la filosofía que conocemos como ética. La estética, por otra parte, es una rama relacionada que procede de la pregunta sobre qué son la belleza y el arte.
Tras plantearse cuestiones éticas acerca de la vida de las personas, el siguiente paso natural es empezar a reflexionar sobre la sociedad en que nos gustaría vivir: cómo debiera gobernarse, los derechos y responsabilidades de los ciudadanos, etc. La filosofía política, la última de las grandes ramas filosóficas, trata estos conceptos y los filósofos han aportado modelos de cómo creen que debería estar organizada la sociedad, desde la República de Platón hasta el Manifiesto Comunista de Karl Marx.

Disfrutar de la filosofía...

    Si asombro y curiosidad son atributos humanos, también lo son la emoción de explorar y la alegría del descubrimiento. Podemos sentir con la filosofía la misma emoción que con una actividad física, y el mismo placer que mediante la contemplación del arte. Sobre todo, podemos obtener la satisfacción de llegar a creencias e ideas no por imposición de la sociedad, los profesores, la religión y ni siquiera los filósofos, sino por nuestro propio razonamiento individual.

ACTIVIDADES

1. Lee con detenimiento el texto, identifica las palabras que no conozcas y búscalas en un diccionario.
2. Realiza un breve resumen en el que concentres las principales ideas del texto.
3. Elabora una tabla en la que describas las ramas de la filosofía (se creativo)

4. Descarga la portada de la unidad 2 y pégala en el cuaderno.
5. Por último, comenta ¿qué te pareció esta primera unidad? (comparte tu respuesta en el espacio de comentarios)